De ausencias, esperanzas y cantos

sábado, 10 de diciembre de 2022

Las palabras que se disponen a caminar, parte de ausencias profundas que duelen y precisan ser sanadas a partir de las memorias sanadoras que yacen en los mismos cuerpos, como semillas que buscan germinar

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Ausencias que duelen
Ausencia de madres, hijas, nietas, hermanas, tías, abuelas; desaparecidas, tratadas, traficadas, silenciadas, asesinadas, violadas; que se buscan evidenciar, nombrar, evocar, recordar, para salir de las cifras frías de estadísticas que se incrementan sin compasión. Ausencias que buscan romper los silencios y sacar la voz para cuestionar los mandatos masculinos, que buscan normalizar las violencias y los adueñamientos de la vida. 

Ausencias que buscan desenmascarar los mandatos que educan a la otra mitad de cada pueblo, de formas desiguales, ya que los varones de cuerpos feminizados por el patriarcado heteronormativo, racista, sexista, adultocéntrico, tiende a imitar el poder que domina, somete, violenta, mata, a fin de sentirse reconocido y recibir a cambio pequeñas migajas como recompensa. Mientras sus cuerpos sufren el desequilibrio de sus energías cada vez más alteradas, y que precisan ser equilibradas, recreadas en relación con las energías vitales, y las memorias sanadoras.  

Ausencias que producen palabras, desde altavoces y púlpitos, que recriminan a la humanidad pervertida porque se alejó de Dios único y todopoderoso, y que pide a sus hijos e hijas pecadores/as volver a sus caminos, pues de lo contrario su irá será mayor. Palabras que refuerzan los mandatos masculinos, por lo que las mujeres deben volver a las buenas costumbres, como el de usar faldas para dignificar sus cuerpos y devolverles la protección, mientras los varones usan la palabra y hasta la violencia para disciplinar los cuerpos que salen de los propósitos de la voluntad de Dios.

Ausencias que guardan esperanza 
Evoco el sentir de las mujeres vinculadas a las tierras, las semillas, ante la ausencia de las lluvias en los diversos territorios, que produce un dolor inmenso cuando se siente los asfaltos calientes, las tierras agrietadas y secas, mientras las semillas yacen en su interior esperando germinar; se siente la ausencia de los pequeños pájaros, y se escuchan los gemidos adoloridos de los diversos seres. Pero aún se mantiene la esperanza en muchas mujeres guardianas de las semillas, vinculadas junto a sus comunidades en rituales que dialogan con las fuerzas vitales para que atrapen a los vientos ponzoñosos que disipan a las nubes, y retornen a los espacios de donde salieron, buscando de ese modo su equilibrio.

Se trata de conexiones que surgen de las esperanzas que buscan sentipensar las adaptaciones, ante las catástrofes que el “mundo civilizado y desarrollado” está llevando a la Pachamama, y superar los discursos apocalípticos limitados a las destrucciones, para buscar la recreación de la vida. Se trata de ausencias, pero también de esperanzas, al igual que las semillas que yacen en el vientre de la tierra que esperan las lluvias para germinar. Aunque las pequeñas florecitas, muy pequeñitas, sorprenden en medio de la aridez, y que conectan con la esperanza que camina y recrea la vida con empeño y esfuerzo.

Esperanza que surge de la ausencia, como se deja sentir en la fuerza de los cuerpos semillas de guardianas/es de la vida, que fueron asesinadas/os, por el capitalismo patriarcal voraz del adueñamiento de la vida, como señal de su poderío. Pero la vida resiste en la energía de los cuerpos semillas que habitan de otros modos, y desde sus otras presencias dejan sentir la fuerza y coraje para seguir resistiendo, a partir de una mayor conexión con las fuerzas ancestrales humanas y cósmicas para equilibrar y armonizar las diversas formas de vida. 

Ausencias necesarias
Hay ausencias que duelen, como las muertes que pudieran haberse evitado, o las muertes provocadas como en el caso de los feminicidios por seres que no pudieron controlar su ira y violencia, y que, en una especie de ritual sacrificial, inculpa a sus víctimas sin asumir su poca capacidad de salir de sus desequilibrios. 
Seres, de los que Eduardo Galeano, dijera: 
Hay criminales que proclaman tan campantes “la maté porque era mía”, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar “la maté por miedo”, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Por lo que será preciso la ausencia de seres que no son capaces y no tienen la voluntad de controlar sus impulsos violentos y sanar sus muchos miedos, como muchas mujeres amenazadas y violentadas comparten, que lo único que piden es que las dejen tranquilas, que se alejen. Que me deje tranquila, es la voz determinante que muchas veces las silencian… 

No es una novedad que mujeres solas hayan sacado adelante sus hogares, aunque la sociedad ha generado el estigma de las mujeres solas como no respetadas sino tienen un varón a su lado, por el sentido de la protección, que en realidad es el honor protegido por las familias heteronormativas, que siguen los mandatos masculinos. Ya que la presencia de muchos supuestos protectores es sinónimo de desprotección y amenaza, como dijera una mujer sabia: padre no es el que engendra, sino el que protege, cuida, educa, acariña.

Por tanto, son ausencias necesarias para sanar y dignificar la vida.

Ausencias que precisan encontrar sus cantos 
Y para dejar que la palabra camine, intenciono la armonización de la vida, a partir de la conexión con las fuerzas vitales que nos conectan una y otra vez a las fuentes de donde emergimos, como lo recuerda desde la sabiduría africana la sabia poeta Tolba Phanem[1]:
 
Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás. 
Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción. Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se inicia como adulto, la gente se junta nuevamente y canta. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción. Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción para acompañarlo en la transición. 
En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se lo lleva al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción. La tribu reconoce que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. 
Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que muestras a los demás. Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito cuando estás confundido. 
No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado.
Gracias al cosmos por conspirar en favor de la vida plena y digna, por medio de los cantos que buscan armonizar cada acto, cada gesto, cada palabra que repercute como una reciprocidad con la vida.

Gracias a Erlini Tola por compartir su arte tejido de volver a vivir y florecer. Que así sea, así es y así será.
 
  De ausencias, esperanzas y cantos
VOLVER A VIVIR Y FLORECER
 
 
 

 
 
[1] Fuente: https://blogs.eitb.eus/lafiaca/2011/03/16/tolba-phanem-mujer-poeta-africana/

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