En el meollo de todo este asunto se encuentra la actitud fundamentalista que pretende enseñorearse de cada pensamiento existente. Llevarle cautivo a una pretendida obediencia impuesta. A la adquisición de un punto de vista único, de una verdad monopolizada que no admite objeciones. Una sola concepción del mundo, de lo bueno, de lo sano, de lo puro, de lo sagrado.
¿Qué puede oponerse a ello? ¿Cómo puede una población “vacunarse” contra un virus hábilmente disfrazado de medicina?