Somos herencia de un legado de movimientos de lucha. El amor por lo que creemos y nos dedicamos nos ayuda a enfrentar las diversas situaciones de adversidades que padecemos. Si nos caemos, nos levantamos. El espíritu de ánimo y fuerza, y el saber de que Dios siempre está con nosotras, nos da las armas para vencer la discriminación, el racismo y el sexismo estructural al que somos expuestas.