Francisco fue un radical, sí. En este sentido su vuelta al Vaticano II fue un retorno al Evangelio sin más. Por supuesto que esta propuesta asustó a muchos, en particular a quienes entienden la Iglesia como garante de una "doctrina monolítica", por lo que dejó claro desde el inicio de su pontificado cómo el Evangelio posee una riqueza que no se agota en la diversidad de líneas de pensamiento dentro de la comunidad de fe [3]. Hizo suya una actitud muy propia de los orígenes del movimiento de Jesús: no se trata de uniformidad, sino de unidad para el diálogo en la diversidad (Hechos 15 como modelo sinodal).
Comentario al evangelio del Domingo de Pascua de Resurrección (Jn 20,1-9)
Comentario al evangelio de la Misa Vespertina In Cœna Domini (Jn 13,1-15)