Del bar de Stonewall a los escenarios eclesiales: Una mirada más allá del “pecado”
martes, 28 de junio de 2022
El 28 de junio es más que una fecha para festejar, es una fecha para colocarnos como sujetos teológicos del amor de Dios y no como objetos de condena de la humanidad.
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La primera vez que escribí sobre el tema LGBTIQ+ a nivel académico fue para un curso del quehacer teológico de la UBL y posteriormente lo hice para el curso de historia y realidad latinoamericana; por lo que este artículo recoge ideas planteadas en dichos escritos.
El 28 de junio es una fecha en donde las historias y posturas se entretejen. Para muchas personas es una fecha festiva que invita a expresarse libremente; ciudades alrededor del mundo se engalanan de fiestas multicolores, brillos y lentejuelas. Otras, enfatizan en posicionar posturas ante sus gobiernos sobre la garantía y el respeto de los derechos humanos para las personas LGBTIQ+. También hay aquellas que se manifiestan en contra de todas estas posturas; basándose en conceptos moralistas y fundamentalistas, desconociendo el génesis de la fecha, que marcó el inicio de la reivindicación de derechos.
La madrugada del 28 de junio de 1969 el bar Stonewall se convirtió en escenario de varios actos de visibilidad y resistencia de las personas LGBTIQ+ que se entrelazan entre sí. La policía neoyorquina irrumpió en el bar, agrediendo a las personas que allí se encontraban. Marsha P. Johnson, una mujer trans negra, trabajadora sexual; se atrevió a defenderse golpeando a un policía con su bolso. Este acto de respuesta contra las agresiones policiales motivó a que otras personas LGBTIQ+ lanzaran monedas contra la policía, monedas que después se le sumaron las piedras y botellas como “armas” de defensa. La palabra escrita también se convirtió en acto de protesta, por lo que se sabe, un chico escribió con una tiza en la calle como en la pared del bar “Tomorrow night Stonewall” (Mañana por la noche en Stonewall). Un mes después de aquellos hechos, Martha Shelley de 25 años se subió a una fuente de agua en un parque cerca de Stonewall y envió un mensaje clave a la multitud presente: “salgan de las sombras y caminen bajo el sol" por lo que se dieron otros tipos de manifestaciones, entre las cuales, la que se considera la primera marcha del orgullo gay exigiendo igualdad al unísono de “Gay Power!” (¡Poder Gay!) [1].
A partir de esa fecha, más personas alrededor del mundo se han ido sumando para solicitar cambios en leyes que vulneran y atentan contra los derechos humanos de las personas LGBTIQ+. Muchos países han avanzado en legislaciones pero no ha sido suficiente. Las personas LGBTIQ+ siguen siendo discriminadas por su orientación sexual, identidad, expresión de género y diversidad corporal; siguen siendo violentadas, perseguidas y asesinadas, bajo el silencio cómplice de gobiernos e iglesias.
Las voces religiosas fundamentalistas que, desde una literalidad de las Escrituras, justifican la discriminación, odio y exclusión de las personas LGBTIQ+ son cada vez más fuertes. Se suman los silencios cómplices que legitiman dichos actos o expresiones. Se toman los lugares de poder político para debilitar marcos normativos y legitimar sus acciones.
Afortunadamente, cada vez más, surgen voces de contrapeso de líderes religiosos y laicos, que han entendido que la misión de la Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, es acoger a todas las personas en igualdad de condiciones sin excepción alguna. Que no se puede seguir permitiendo discursos religiosos sustentados con textos fuera de sus contextos. Que no se debe seguir permitiendo usar la sexualidad humana para medir qué tan pecadoras son unas personas de otras.
Son voces que desde una postura teológica, bíblica y sobre todo pastoral evidencian que la sexualidad humana no puede seguir siendo vista como un pecado, que condenar las diferentes expresiones de sexualidad humana es obligar a las personas LGBTIQ+ a renunciar a quienes son, negarles su lugar en el Reino y a que renuncien a su propia dignidad humana.
Todas las expresiones de sexualidad entre personas adultas son dignas de ser respetadas. El 28 de junio es más que una fecha para festejar, es una fecha para colocarnos como sujetos teológicos del amor de Dios y no como objetos de condena de la humanidad.
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