Gloria en los cielos y paz en la tierra. Lucas 2, 8-20
jueves, 25 de diciembre de 2025
La Navidad nos llama a trabajar por la paz para que haya gloria en los cielos; la Navidad nos llama a cuidar de la vida de un niño indefenso, envuelto en pañales, para que haya gloria en los cielos; la Navidad nos llama a reconocer en cada personas su valor más profundo, su dignidad más esencial, para que haya gloria en los cielos; la Navidad nos llama a construir relaciones basadas no en el miedo ni la violencia, sino en el amor, el respeto, la misericordia, para que haya gloria en los cielos.
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En este día en que celebramos la Navidad les invito a meditar en el capítulo dos del Evangelio de Lucas.
Versículo 8. Había pastores en la misma región que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Las primeras personas en recibir el anuncio del nacimiento de Jesús fueron los pastores: personas humildes, sin estudios, cuyo oficio no gozaba de buena reputación, pues la mayor parte del tiempo permanecían lejos de su casa y eso les impedía ejercer cabalmente su rol de padres de familia. Pastorear ovejas figuraba en la lista de oficios que un padre no debía enseñar a sus hijos ya que, además, quienes lo ejercían estaban privados de los derechos de un ciudadano.
Sin embargo, la buena noticia comienza por ellos, gente pobre y trabajadora. El anuncio del ángel no tuvo lugar en los salones de un palacio, ni en el templo de Jerusalén, ni en una sinagoga, ni en la plaza pública de alguna ciudad importante. La buena noticia tuvo lugar en las afueras, en los márgenes, en el campo; fue dada a gente desconocida. Y es que los caminos de Dios transcurren de manera inesperada, por vías no establecidas. Dios rompe con nuestros esquemas, con nuestras expectativas. Esto nos dice que la llegada de Jesús viene a transformar nuestro mundo, nuestra manera de pensar, nuestro modo de valorar a las personas y de considerar qué es lo verdaderamente importante.
Versículos 9-12. Y se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: “No tengan miedo, porque yo les traigo nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo, que les ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal, encontrarán al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.
Ante la manifestación de la gloria de Dios, los pastores sienten miedo. Sin embargo, las primeras palabras del ángel a los pastores fueron: “no tengan miedo”.
Vivimos en una sociedad donde prevalece el miedo. Tenemos miedo de lo que otros puedan hacernos, ponemos rejas, candados, alarmas y cámaras para sentirnos más seguros. Hay familias donde se vive con miedo e inseguridad porque uno de sus miembros es violento y golpea a los demás. Hay lugares en el mundo donde muchas personas viven con miedo a morir bajo un bombardeo.
Hay personas que tienen miedo a decir lo que piensan para no ser incomprendidos, para no perder privilegios o el apoyo de gente importante. Los imperios y las tiranías en la historia se han construido sobre la base del miedo. Las iglesias también han predicado el miedo cuando solo hablan de castigo, juicio y destrucción, exacerbando el sentimiento de culpa y generando una relación enfermiza con Dios.
Sin embargo, el mensaje del ángel a los pastores comienza diciendo “no tengan miedo”. No podemos seguir construyendo nuestras relaciones con los demás y con Dios sobre la base del miedo. En Jesús, Dios viene a nuestro encuentro y nos abraza en nuestra más profunda humanidad, calmando también nuestros miedos, sobrellevando nuestras cargas y preocupaciones. En Jesús, Dios viene a vivir entre nosotros, viene a conocernos mejor, a compartir nuestras angustias y esperanzas. Literalmente, Dios se pone en nuestro lugar, quiere escucharnos, quiere comprendernos, quiere salvarnos porque nos ama.
Por eso el ángel continúa diciendo que esa buena noticia traerá gozo a todo el pueblo. Donde hay confianza hay gozo, hay esperanza, hay oportunidad, hay libertad, hay vida. ¿Y quiénes son el pueblo para el cual se anuncia esa buena noticia? Precisamente son quienes necesitan recuperar la confianza, que necesitan recobrar la alegría, que necesitan vislumbrar una oportunidad en medio de tiempos inciertos, que necesitan ser libres y vivir dignamente. Para este pueblo, Dios se revela en Belén como un Dios de amor, de misericordia, de gracia.
Versículos 13-14. Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”.
Este canto expresa la centralidad del mensaje de la Navidad. En Jesús, Dios asume nuestra humanidad, Dios pone su tienda en medio nuestro. El cielo y la tierra quedan así conectados en una sola realidad. La alabanza a Dios no puede desligarse de la paz en la tierra: cuando hay paz en la tierra, Dios es glorificado. Reconocer lo que Dios es y hace en nuestra vida y en nuestra historia es la razón de nuestra alabanza. Alabar a Dios, dar la gloria a su nombre, es proclamar que Dios actúa en todas las situaciones que vivimos trayendo liberación, salvación, justicia. De este modo, el mensaje del coro celestial transmite una espiritualidad donde la gloria de Dios en los cielos ilumina la tierra y donde la paz de Dios en la tierra glorifica a Dios en los cielos.
Versículos 15-16. Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos a Belén y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado”. Vinieron pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
El texto, más adelante, dice que los pastores volvieron a su trabajo y a su gente, glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían visto y oído. El canto de los pastores se une al canto de los ángeles: ellos también glorifican a Dios porque han experimentado su paz. Dios les manifestó su favor, su buena voluntad; les hizo saber y sentir que ellos también son importantes. Los pastores respondieron con fe y obediencia, no dudaron en ir a Belén. De este modo, no solo los primeros en conocer la buena noticia del nacimiento de Jesús, sino tambien los primeros en compartirla y anunciarla. Los pastores se convirtieron en ángeles, en mensajeros: el primer coro no celestial, sino humano, que entonó en aquella noche la primera melodía de la Navidad.
La Navidad nos llama a trabajar por la paz para que haya gloria en los cielos; la Navidad nos llama a cuidar de la vida de un niño indefenso, envuelto en pañales, para que haya gloria en los cielos; la Navidad nos llama a reconocer en cada personas su valor más profundo, su dignidad más esencial, para que haya gloria en los cielos; la Navidad nos llama a construir relaciones basadas no en el miedo ni la violencia, sino en el amor, el respeto, la misericordia, para que haya gloria en los cielos.
Termino con este hermoso texto que se vuelve profecía y canto de fe, quizás como aquel que entonaron los pastores cuando volvían a los campos de Belén.
Un día la paz y la justicia coronarán nuestros mundos soñados, como eternos enamorados; un día la paz y la justicia sepultarán todos los arsenales; un día la paz y la justicia serán las palabras finales; un día la paz y la justicia sacarán de nuestros labios la palabra guerra; un día la paz y la justicia ofrendarán el azul de este cielo llamado Tierra; un día la paz y la justicia acabarán para siempre con el hambre; un día la paz y la justicia serán para siempre, de todas las naciones, el nuevo nombre.
¡Porque un niño nos conducirá!
Amén.
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