Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto.
Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
(Mt 2,13b)
El mes de diciembre es un mes muy especial: rememoramos el nacimiento o encarnación de nuestro hermano mayor, Jesús, que al igual que todo ser humano, vino como niño, con padres desafiados por la injusticia estructural (el sistema imperialista que justifica y promociona las relaciones jerárquicas políticas económicas y de género, normaliza la resolución de conflictos por la vía armada y la tortura, así como otras formas de violencia, normaliza las brechas económicas y por consiguiente el empobrecimiento), quienes deben desinstalarse para ser censados por las autoridades imperiales. Por ello, migran a pie, con el riesgo de que a María, que ya estaba con su embarazo avanzado, se le adelantara el alumbramiento en el camino. Fue esto lo que sucedió y lo que hizo que, tanto ella como su hijito, corrieran la suerte de enfermarse por la contaminación del entorno. Pero, así como a Jesús y María los protegió el Dios-Abba, así también hacemos un balance y podemos decir: hasta aquí Dios Madre y Padre nos ha acompañado.
En diciembre, en América Latina y en particular en Centro América, nos preparamos con muchos y extraordinarios eventos y símbolos: Adviento y su respectiva corona y velas; luces de distintos colores que conmemoran la estrella que guió a los sabios y pastores hasta donde moraban José, María y Jesús; cantos conocidos como villancicos, que narran la alegría del nacimiento del Niño Jesús y las distintas manifestaciones de esperanza del pueblo creyente; árboles especialmente adornados que representan la fortaleza y sabiduría de Jesús las cuales entregó a todas las personas que le seguían; las comidas especiales y otros gestos que representan el agradecimiento a Dios por todo su cuidado para su creación: humanidad y natural.
El mes de diciembre también concreta las luchas del pueblo y sus líderes que hicieron y hacen “pequeños orificios al eclipse estructural” y por donde se asoma la terquedad que busca la justicia divina: salario mínimo; aguinaldo; días de descanso laboral pagados; defensa de los derechos humanos; acceso a la salud sin estigmas ni prejuicios para las personas con alguna enfermedad no curable aún como fue el vih/sida; derecho a la autodeterminación de los pueblos; denuncia de las torturas y de los bloqueos económicos; visibilización de todas las personas y sus aportes al desarrollo humano: blancos, negros, mestizos, cobrizos, chinos, indígenas, y en toda su diversidad sexo-género, con capacidades diferentes y, en especial, la defensa de las niñeces que simplemente por serlo, son asesinadas por el sistema imperialista de ayer y de hoy, como sucede en Gaza. Es una esperanza que no se rinde, reconociendo que cada día el sistema imperialista, hoy globalizado, busca cualquier medio para sostenerse a costa de la vida planetaria y humana.
En este contexto la Universidad Bíblica Latinoamericana llega al cierre del año 2024, agradecida a Dios porque se han podido “bailar” los desafíos y se asoma al 2025 con muchos planes, pero, sobre todo, profundamente agradecida por todos los logros alcanzados en estos 100 años de historia. La UBL reafirma su compromiso por una educación teológica contextual, contestataria y esperanzadora, fiel a Jesucristo, a la paz y a la justicia en todos sus alcances.
Celebramos lo que Dios ha hecho, cantaremos algo diferente,
celebrando lo que Dios ha hecho. Queremos expresar lo que somos y compartirlo con la gente. Somos llamados a servir para construir una historia diferente. (Letras Grupo de Alabanza del SBL 1982, Música Tito Cevallos)