En las últimas décadas, las instituciones se han movilizado desde los espacios físicos hacia los virtuales. Para las bibliotecas esto constituye un gran desafío. Se requiere de una transformación en los servicios, los espacios, las actividades y los recursos que se ponen a disposición de la comunidad.
La comunidad estudiantil es la prioridad de la Biblioteca de la UBL. Más allá del acceso a miles de textos, la biblioteca es un espacio de diálogo, de reflexión, de encuentros interculturales, de escritura y lectura; acciones mediante las cuales intentamos expandir los límites de nuestros conocimientos y entendimientos.
Algunas de las acciones realizadas para llegar hasta las y los estudiantes de nuestra comunidad este extraño y duro año fueron las siguientes.
Se habilitó un
catálogo en línea para que la comunidad pueda conocer la información de las obras que se encuentran en la biblioteca. Dicho catálogo cuenta con 19827 registros y al terminar el ingreso de todas las obras de la biblioteca, contará con más de 25000.
Se realizó una selección de
fuentes de información en acceso abierto que están disponibles en la página web de la biblioteca en el sitio de la UBL. Revistas, bases de datos, repositorios y buscadores especializados que la comunidad puede consultar desde sus computadoras. También, por medio del correo electrónico, se colaboró con la búsqueda y envío de literatura en formato digital.
Estos son esfuerzos mediante los cuales la biblioteca intenta cumplir su misión de fomentar el desarrollo y la formación académica y profesional de la UBL y su comunidad.
La biblioteca no es una institución autónoma, está muy lejos de serlo. Es más bien un organismo en constante evolución, cuyo desarrollo depende de la comunidad que la integra.
Sin la necesidad de información de las personas, las bibliotecas no tendrían razón de ser. Esto hace que la biblioteca no solamente deba conocer a su comunidad y buscar constantemente la forma de servirle mejor, sino que la comunidad también debe conocer su(s) biblioteca(s) y cómo ser parte de esta(s).
A pesar de que este año el campus de la universidad no recibió las alegres y dinámicas visitas de grupos de estudiantes como en años anteriores, desde la Biblioteca Enrique Strachan se atendieron alrededor de 900 consultas, tanto presenciales como virtuales. Cerca de 800 textos en formato físico fueron utilizados; además del material digital que fue enviado por correo electrónico a estudiantes de múltiples países en Latinoamérica.
Estos números solamente cobran sentido cuando se ponen en contexto. Ha sido un año en el que, durante 9 meses no se han tenido clases presenciales, se ha limitado nuestra movilidad, incluso la atención presencial estuvo prohibida durante algunas semanas. Un año en el que la obligación era quedarse en casa. Y más aún, antes de la pandemia ya existía una idea que ha venido afectando la interacción de las personas con las bibliotecas: el mito de que “todo esta en internet”. Al parecer, son condiciones perfectas para prescindir de un lugar en el que “todo” lo que hay son libros de papel.
¿Qué más tiene entonces la biblioteca que le hace posible recibir cientos de consultas en un año cómo éste? Esta pregunta, cómo decimos en Costa Rica, “se las dejo de tarea”.
Sin la intención de dar respuesta a la anterior pregunta, reflexiono sobre la vez que alguien me preguntó: “¿Para usted qué es lo más interesante de esta biblioteca?” Mi respuesta fue: “Las personas que la visitan”.
Para mí, ellas también son parte de la biblioteca. Sin ellas, la biblioteca no contaría con más de 50000 obras y 83 años de servicio continuo. ¿Si no hubiera una comunidad que la necesita, existiría la biblioteca todavía? Definitivamente no.
Este año me demuestra una vez más que la biblioteca, ésta y cualquier otra, no es solo un lugar con libros. Es una construcción social y por tanto cultural, que será tan útil y tendrá tanto valor, importancia y riqueza como se lo den las personas que, a través de los años, colaboren en su edificación.