San José, Costa Rica
2 de octubre de 2022
Apreciada hermana Susana Strachan;
Hace exactamente cien años, usted logró hacer realidad su sueño de fundar una escuela bíblica para capacitar a mujeres para el trabajo evangelístico. ¡Cuántas veces he visto esta foto de la primera clase con usted sentada en frente de la pizarra con las ocho muchachas alrededor de la mesa! Conocemos sus nombres: Olivia Rodríguez, Ángela Santamaría, Concha Escobar, Piedades Gómez, Betty Campos, María Pineda, Isabel Zúñiga y Fanny Hogg. Lo que no sabemos es que estaban pensando ellas al iniciar sus estudios. ¿Qué hubieron pensado ellas al escucharla a usted, con su acento británico-argentino, hablarles de la Biblia? ¿Cómo se sintió usted al poner Biblias en sus manos?
Entendemos que cada una vino a la escuela recomendada por una misión. Por lo tanto, ya conocían la versión evangélica del Evangelio. Sin embargo, seguramente habían escuchado muchas veces en su vida a los sacerdotes católicos decir que la Biblia era un libro muy peligroso que no debía estar en manos del pueblo, de las personas ordinarias, mucho menos de las mujeres. ¡Que atrevidas estas mujeres jóvenes, lanzándose a la aventura de estudiar la Biblia en esta escuela en San José!
María Pineda y Concha Escobar habían viajado desde El Salvador para llegar a San José. Debería haber sido un viaje difícil en aquel entonces, sin carreteras y posiblemente en loma de mula. Como centenares de estudiantes en estos cien años, vinieron a pasar años aquí en Costa Rica, lejos de sus familias, para conseguir una educación teológica.
La historia contada una y otra vez dice que usted reaccionó con mucho entusiasmo cuando recibió el telegrama de Enrique con la noticia de que diez hombres nicaragüenses querían llegar a San José para estudiar. Me pregunto si no pensó por un momento sobre lo que significaría perder este espacio de mujeres estudiando la Biblia juntas. ¿O creía usted tanto, como escribió un poco más tarde, que el trabajo de capacitar a hombres era mucho más importante que el trabajo que hacía con las mujeres? ¿Y qué pensarían las mujeres al saber que iban a compartir el aula con hombres?
Veo en la foto que se tomó para la primera graduación, celebrada el 21 de julio de 1926, que solamente tres de las mujeres lograron terminar sus estudios. ¿Qué pasó con las otras? ¿Se desanimaron en el camino?
Como requisito de admisión, usted insistía que cada mujer llegara con un compromiso de la iglesia o la misión que la estaba recomendando de darle trabajo al terminar sus estudios. Fue muy importante exigir espacios de trabajo, ojalá remunerados, para mujeres en las iglesias y las misiones. También sé que usted quería utilizar bien los recursos donados. Sin embargo, ¿no sería que esta insistencia fue un obstáculo para muchas mujeres? Me pregunto cuántas mujeres se quedaron solamente con las ganas de estudiar porque no tuvieron el apoyo de los líderes masculinos de sus iglesias.
Me gustaría poder contarle que ahora, cien años después, se reconocen los dones de las mujeres en las iglesias, que las mujeres con formación bíblico-teológica son aceptadas como líderes en las congregaciones y que mujeres pueden enseñar en muchos seminarios e institutos. Lamento decirle que sigue siendo una lucha abrir espacios para las mujeres.
En la Escuela Bíblica de Capacitación para Mujeres y después en el Instituto Bíblico de Costa Rica, usted insistió que la formación bíblica debe ser accesible a personas que no contaban con los recursos económicos para pagar los estudios. Usted invitaba a personas en los Estados Unidos y Canadá a apoyar a las estudiantes con sus oraciones y sus donaciones. Le cuento que la institución ha seguido todos estos años porque personas en otros lugares en el mundo han creído en nuestro proyecto educativo y en la capacidad de nuestras graduadas y nuestros graduados de ser agentes de cambio en sus iglesias y sus comunidades.
Sé que usted tuvo experiencias negativas con la Iglesia Católica en su niñez y juventud en Irlanda; estaba convencida de que no se predicaba el evangelio de Jesucristo. Ahora la Iglesia Católica ha cambiado mucho. Le sorprendería saber que hay personas católicas que llegan a estudiar en la institución que usted fundó. En nuestras aulas, estudian juntos monjas católicas y pastores pentecostales. Quieren saber más de la Biblia y capacitarse para hacer teología y guiar comunidades. Los procesos de formación siguen alcanzando personas de una diversidad de culturas y tradiciones cristianas. Creo que así trabaja el Espíritu Santo, tomando las semillas que sembramos y llevándolas en direcciones inesperadas.
Entendemos que, desde los inicios de la Escuela Bíblica de Capacitación para Mujeres, usted dirigió la institución, primeramente con su esposo, Enrique, y después con su hijo Kenneth. Las cartas en el archivo histórico muestran claramente que usted se encargó de muchos de los detalles administrativos para manejar la institución. Tuvimos que esperar muchos años, hasta 1995, para ver a una mujer dirigir el Seminario Bíblico Latinoamericano.
Sabemos que usted estaba muy preocupada por la situación de las mujeres y sus hijos e hijas aquí en Costa Rica. La primera propuesta para la clínica era fundar un hospital para servir a las necesidades de mujeres, niñas y niños. Le cuento que seguimos hoy muy preocupadas por lo que pasa con los cuerpos de las mujeres. Su bienestar y el de la niñez está en el centro de nuestro trabajo teológico.
En sus escritos sobre los inicios de la Escuela Bíblica de Capacitación para Mujeres, usted argumentaba que la tarea de evangelizar a América Latina necesitaba los esfuerzos de mujeres. No podrían ser cualesquiera, sino tenían que ser “el tipo correcto de mujeres” con la capacitación correcta. Sospecho que usted no nos consideraría a nosotras “el tipo correcto de mujeres”. Ya no aceptamos como parte del Evangelio el código moral escrito que usted y la misión que ayudó a fundar impusieron a las mujeres que vinieron a estudiar en San José. Afirmamos nuestra capacidad de actuar y de tomar nuestras propias decisiones sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Reclamamos nuestro derecho de no solamente leer la Biblia, sino de leerla desde nuestras propias experiencias y con nuestros propios ojos. En lugar de repetir teologías desarrolladas en otros lugares, exigimos poder elaborar nuestras propias teologías. Seguimos creyendo que las mujeres con formación bíblico-teológica tenemos un papel importante en los procesos de transformación que necesitan las iglesias, las comunidades y las sociedades de América Latina y el Caribe.
Al cumplir 100 años nuestra querida casa de estudios, le queremos dar las gracias por haber soñado con un espacio en donde las mujeres podían estudiar la Biblia. Afirmamos nuestro compromiso de seguir poniendo la Biblia en manos de mujeres mientras trabajamos por sociedades justas que protegen la vida y la dignidad de todas las personas. Seguiremos invitando a mujeres a lanzarse a la aventura de estudiar teología.
Con mucha gratitud,
Profa. Karla Ann Koll