Dentro del marco del
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la campaña
16 Días de activismo contra la violencia de género, surgió una interrogante que me apremió en el contexto de la investigación exegética, específicamente en la recepción de los documentos que muchas mujeres elaboramos en la arena pública de la academia.
Si bien es cierto, en la Antigüedad, la mujer se encontraba específicamente asociada al ambiente privado del hogar, mientras que el “dominus” (al cual estaban subordinados todos los miembros de la casa) se vinculaba específicamente al ambiente público de la polis, en el ejercicio de la política.
Traigo a colación lo anterior, debido a que ha sido el concepto de
kyriarcado -propuesto por Elisabeth Schüssler
[1]- el que hoy me permite plantear cómo la mujer académica, a pesar de haber salido del ambiente privado del hogar, de forma intermitente y temporal, reinterpreta relatos bíblicos que obviamente están teñidos culturalmente de categorías kyriarcales y que continúan regulando muchos de los comportamientos sociales de las personas hoy en día.
Para la autora, el kyriarcado es básicamente de carácter histórico, geográficamente contextual y de carácter políticamente interseccional. Las relaciones kyriarcales son de dominación y subordinación, en donde existe un dominus que controla y gobierna a los demás miembros de la casa. Este sistema kyriarcal existe de forma tanto macro-institucional como en los niveles más básicos de la vida individual; por ende, son ejes imbricados de poder.
En el relato de Marcos 7, 24-30 se nos habla de la curación de la hija de una sirofenicia, relato que se enmarca en la dinámica de una niña posesa por un demonio, específicamente ligado a la impureza. Cabe recordar que aquí de forma analógica podemos ver cómo existe una dicotomía entre el varón trascendente y la hija de una mujer (ambas sin nombre) poseída por un demonio impuro.
Resulta sumamente interesante cómo una mujer entra en una discusión pública para pedir ayuda a Jesús derribando con esto el sistema sociopolítico del kyriarcado, el cual estaba dividido en seres superiores e inferiores por naturaleza o por voluntad divina como lo señala Schüssler, aspecto al cual me referiré más adelante. Es por esta razón que, aunque las mujeres intelectuales en la actualidad poseen llaves hermenéuticas y métodos que les permiten hacer interpretación bíblica, aún, se encuentren supeditadas a la dominación intelectual masculina. Este tipo de opresión se manifiesta a través de los siguientes rasgos:
- Esta dominación se traduce primero -de una forma bastante evidente- en el número de hombres que dominan la academia, su presencia siempre supera en número todos los círculos de estudio y ambientes académicos universitarios.
- Las exégetas y hermeneutas poseemos en la actualidad herramientas para interpretar la historia de dominación en la interpretación bíblica, aunque esto no pareciera aplicarse a nuestra propia experimentación de la realidad académica, la cual traduce una falsa inclusión en donde nuestras lecturas deben enfrentarse cada día a “las verdades reveladas” que traducen las lecturas kyriarcales dominantes, las cuales de forma estructural siempre marginan a las mujeres.
- Nuestros modelos deberán procurar superar los esquemas estructurales kyrirarcales que supeditan en todos los niveles a las mujeres, razón por la cual el punto medular de esta lucha colocará los esfuerzos en desarrollar modelos consistentes, en donde se asuma claramente la posición de las personas investigadoras, y, sobre todo, sin que predomine una posición sobrevalorada de verdad revelada o lectura objetiva neutra. Por el contrario, la persona exégeta utilizará el modelo que considere sea más conveniente para su estudio, no solo por respecto al texto, sino también en aras de disolver la falsa inclusión de las mujeres académicas en los círculos de estudio y en los recintos académicos.
Por último, considero que, la formulación de pensamiento de las mujeres académicas -al igual que la mujer sirofenicia- tomará la palabra y confrontará asumiendo una posición clara ante la realidad experimentada. Esta mujer no sólo entra en escena de forma pública, sino que es capaz de reconocer a Jesús, curiosamente siendo una “mujer impura”, ya que el contacto con su hija la convertía de inmediato en impura y posesa también. No obstante, estas cualidades son las que le permiten el reconocimiento de la persona de Jesús, curiosamente característica que poseen los demonios y que no poseen la mayoría de las “personas puras” del entorno (véase el caso del endemoniado de Gerasa en Marcos 5, 1-20, Mateo 8, 28-34 y Lucas 8, 26-39).
Ahora bien, el reconocer a Jesús no le impide confrontarlo y pone en evidencia el condicionamiento cultural con el cual se expresa Jesús hacia ella y su hija. De esta forma, se descoloca la posición de Jesús para redimensionar su perspectiva teológica-espacial, en otras palabras, la mujer sirofenicia toma su palabra de mujer, en su ambiente cultural, y formula un pensamiento confrontativo, prefigurando una nueva teología que transforma la persona de Jesús:
Jesús partió de allí y se fue a la región de Tiro. Entró en una casa y, aunque no quería que la gente lo supiese, no logró pasar inadvertido. En seguida, una mujer que había oído hablar de él, y cuya hija estaba poseída por un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le dijo: “Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. Pero ella le respondió: “Sí, Señor. Pero también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños”. Él, entonces, le dijo: “Por eso que acabas de decir, puedes irte; el demonio ha salido de tu hija”. Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido
[2].
En el texto, Jesús le responde a la mujer “…por eso que acabas de decir, puedes irte; el demonio ha salido de tu hija…”, Jesús se permite una transformación y pone en evidencia de forma pública cómo la palabra asumida por la mujer rompe un paradigma kyriarcal, sirviendo de fuente nutricia a un mundo regido por normas sacerdotales de pureza y en donde las figuras demoniacas -representadas por la mujer y su hija- se corresponden a quienes son capaces de confrontar la injusticia, es decir, de reconocer el verdadero actuar de Dios.
En esta semana de la eliminación de la violencia contra la mujer, invitó a todas las exégetas y hermeneutas a que tomen su palabra de mujer, eso sí, de mujeres endemoniadas, capaces de confrontar en la arena académica a quienes hagan uso de las llamadas “verdades reveladas” o lecturas “objetivas y neutras” en su formulación de pensamiento. Esto abrirá posibilidades transformativas de las estructuras kyriarcales dominantes, sobre todo en la parcela comunicativa de lo simbólico-religioso. De esta manera, se podrá acceder a estrategias hermenéuticas apropiadas para que sea la misma comunidad la que proteja a sus mujeres y a sus niñas.
[1] Elisabeth Schüssler, Cristología feminista crítica. Jesús, Hijo de Miriam, Profeta de la Sabiduría, Nancy Bedford (trad.), (Madrid: Trotta; 2000).
[2] Biblia de Jerusalén, (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2009)