El pasado 15 de noviembre, diversas iglesias, organizaciones e instituciones comprometidas con la justicia climática se reunieron para participar en las Eco-Posadas: Camino a Belém, una caminata de fe, reflexión y compromiso comunitario. Este recorrido simbólico nos invitó a caminar hacia Belén, el de la Biblia, y hacia Belém do Pará, en Brasil, sede de la COP30, para reconectar nuestra fe con la Tierra y con los pueblos que claman justicia.
Este camino, organizado en distintas posadas, ofreció espacios de encuentro, reflexión comunitaria, canto de villancicos y consignas proféticas que acompañaron este caminar. A lo largo del recorrido se fueron entrelazando reflexiones sobre el suelo, el agua, los bosques y los ríos, así como sobre la mayordomía ambiental, el perdón y las realidades de sufrimiento provocadas por el cambio climático y el desplazamiento forzado.
Las consignas que acompañaron el caminar expresaron un clamor colectivo y un llamado urgente a la conversión ecológica:
“Los ríos no son basurero, trátalos con cariño y con respeto.”
“Si en tu corazón no hay basura, este mundo será una hermosura.”
“Esta sí que es la más grande locura: haber convertido este mundo en un depósito de basura.”
El clamor se hizo oración y compromiso comunitario:
“Detengamos la maldad del calentamiento global, pidamos al mundo entero dejar de contaminar.”
“Pidamos al Dios del cielo una urgente conversión, una revolución cultural que nos limpie el corazón.”
“Pidamos al Dios del cielo que nos llame a ser guardianes de todo ser viviente que habite en nuestro valle.”
Y resonó con fuerza el clamor de la justicia social:
“Te esperan los más pobres de la tierra, te esperan luchando unidos a cuidar este planeta.”
Entre las comunidades anfitrionas de las distintas posadas estuvieron la Iglesia Metodista Wesleyana, las Teresianas, la Universidad Bíblica Latinoamericana, la Red Ecuménica de Lectura Popular de la Biblia, la Iglesia Episcopal Costarricense, el Movimiento Laudato Si’ y la Iglesia Bautista San Pedro, entre otras, dando testimonio de un caminar ecuménico y esperanzador.
En este marco, compartimos la siguiente reflexión de Mark Hare, miembro del equipo UBL Verde.
La agricultura regenerativa puede entenderse como un signo del Reino; es la espiritualidad de la semilla.
El Evangelio según Marcos (4,26–27) nos recuerda:
“El Reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra; duerme y se levanta, noche y día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo”.
Esta parábola tiene una potencia extraordinaria para pensar la agricultura regenerativa no solo como una técnica, sino como una espiritualidad de la esperanza. Es una práctica de transición, pero también una mística de la interdependencia. En ella, la fe nos impulsa a contribuir a la vida de microorganismos invisibles a nuestros ojos, con la confianza de que ellos crearán relaciones bondadosas con los cultivos que sembramos. También las lombrices, sin duda, algunas de las criaturas más humildes de la creación, llegan a ser nuestras compañeras en el camino hacia la vida abundante.
Juntos y juntas, en nuestra huerta comunitaria, cultivamos relaciones entre nosotros y nosotras para avanzar hacia una visión concreta de la huerta del Edén. Como comunidad que practica la agricultura regenerativa, somos un verdadero pesebre de esperanza: gestamos una economía del cuidado en la que nuestra relación con la Tierra no es de dominación, sino de reciprocidad.
Adaptado de la página 23 de la Guía Camino a Belén: Materiales para las Vigilias por la Tierra en preparación a la COP 30, Belém do Pará, noviembre de 2025.