Mi invitación es a que pensemos que cada día de este nuevo año recibimos un regalo con miles de oportunidades para hacer la vida de alguna criatura menos miserable. Sólo con un cambio de actitud ante la pobreza, el dolor, el sufrimiento o la soledad tendremos la certeza de que todo mejorará porque nuestro Salvador nació y su nacimiento nos hace proclamar la paz para todo ser que habita en esta casa común que llamamos Tierra.
Quienes abrazamos con fe que Jesús resucitó, sentimos la necesidad de mantener vivo y presente su gran proyecto: el Reino de Dios en medio nuestro. Para lograrlo, les comparto un reto del defensor de derechos humanos Vidulfo Rosales: “Hay que romper el muro de la indiferencia, del individualismo y el confort (…) Solo así lograremos construir un mundo diverso donde quepamos todos, solo así forjaremos una luz en este horizonte gris y desolador”.
El capítulo 8 de Romanos, del que se toma el verso citado al inicio, es maravilloso. Les invito a leerlo en estos tiempos de pandemia para que su corazón se llene de esperanza. El texto nos recuerda que no todas las cosas son buenas, que hay experiencias dolorosas. y tragedias a las que como género humano nos hemos enfrentado. De hecho, el movimiento de Jesús surgió a partir de una proeza: transformar el estigma de la crucifixión en un símbolo de victoria.