“Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad” (1 Jn 3.18, NVI).
El 10 de diciembre de 1948, la ONU suscribe un documento trascendental: La declaración universal de los derechos humanos. Hoy celebramos 73 años de esta noble y. en cierto sentido, ingenua intención. Si tienen tiempo, les invito a leer este inspirador documento. Nadie que “ame a su prójimo como a sí mismo” estaría en desacuerdo con las afirmaciones que pretenden imponer la consciencia de que cualquier persona, sin importar las circunstancias, es digna por su condición humana.
De alguna manera, esta declaración también funciona como un examen. No se aprueba intelectualmente. La experiencia nos dice que asentir a cada afirmación o la firma de la misma no hace la diferencia. Lo que en verdad prueba que estamos a favor de la dignidad humana son nuestras acciones.
Como cristiana, he de reconocer que, desde nuestra fe, se han levantado muchas voces que quieren evitar que las personas disfruten de esta dignidad. Esta actitud debe avergonzarnos y hacernos reflexionar. ¿Qué espíritu demoniaco está detrás de ese deseo de herir a nuestros semejantes? ¿Por qué las voces del odio parecen tener más fuerza que la voz del Espíritu que nos impele a amar a Dios en sus criaturas? ¿Se nos ha olvidado que Jesús está encubierto en quien no esperamos verlo?
Estoy convencida que el Reino de Dios no es una figura abstracta. De hecho, gracias al paralelismo hebreo, la oración del Padrenuestro nos da una pista de lo que implica. Si el Reino de Dios se hizo presente en Jesús fue porque en Él se cumplía la voluntad de Dios. Y, ¿cuál es esa voluntad divina? En resumen, trabajar por la vida de sus criaturas y reconocer la dignidad de todas las personas.
Así, quienes abrazamos con fe que Jesús resucitó, sentimos la necesidad de mantener vivo y presente su gran proyecto: el Reino de Dios en medio nuestro. Para lograrlo, les comparto un reto del defensor de derechos humanos Vidulfo Rosales: “Hay que romper el muro de la indiferencia, del individualismo y el confort (…) Solo así lograremos construir un mundo diverso donde quepamos todos, solo así forjaremos una luz en este horizonte gris y desolador”.
Jesús nos dijo que el Reino de Dios es un don que le pertenece a quienes son como niños. Se necesita cierta ingenuidad infantil para creer que mediante nuestras pequeñas acciones cotidianas somos parte del cambio. Sin embargo, la suma de todas estas acciones nos permitirán ver la luz de un nuevo día en el que los derechos humanos no serán un privilegio sino una realidad para toda mujer y todo hombre en todo lugar sobre la tierra…
Referencias bibliográficas
Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. “Discurso de Vidulfo Rosales para el evento conmemorativo por el Día de los Derechos Humanos 2016”. Acceso 1 de diciembre 2021,
https://hchr.org.mx/cajas_herramientas/dia-de-los-derechos-humanos-2016/