Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Romanos 8.28, NVI
La Biblia es un texto de consuelo escrito por un pueblo experto en el arte de sobrevivir. Una comunidad que supo preservar su cultura y religión volcándolas sobre un texto que llegó a convertirse en patrimonio de la humanidad. Por eso, el acercamiento a este libro viene permeado de un pasado que nos impide tratarlo como un libro más. Quienes abrazamos la fe cristiana convertimos al Nuevo Testamento en el medio por el cual nos encontramos con el Señor al que amamos y decimos servir: Jesús de Nazareth. Al igual que los discípulos de Emaús cuando se decían: “—¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?” Lc 24.32, NVI, me atrevería a decir que esta experiencia de sentir que nuestro corazón se inflama cuando leemos un texto bíblico es universal, para quienes creemos que por medio de este libro Dios nos ha hablado. Y es que la necesidad de recibir palabras de consuelo sobre todo, en momentos de adversidad, es imperativa.
Quienes cursamos las carreras de Teología y Biblia aprendemos que no todo acercamiento bíblico es pertinente. Es más, algunas veces nos sorprende los mensajes que escuchamos pues nos demuestran que el texto bíblico es manipulado una y otra vez -con ingenuidad o malicia- para transformarlo en una suerte de ídolo que justifica las actitudes más contrarias al mensaje que predicó nuestro amado Maestro de Galilea. El capítulo 8 de Romanos, del que se toma el verso citado al inicio, es maravilloso. Les invito a leerlo en estos tiempos de pandemia para que su corazón se llene de esperanza. El texto nos recuerda que no todas las cosas son buenas, que hay experiencias dolorosas. y tragedias a las que como género humano nos hemos enfrentado. De hecho, el movimiento de Jesús surgió a partir de una proeza: transformar el estigma de la crucifixión en un símbolo de victoria.
Mi oración a Dios en estos tiempos difíciles es que nos transforme en seres humanos más solidarios y más conscientes de que el sistema, en el que hemos vivido, favorece el egoísmo, la avaricia y el consumo ilimitado para quienes tienen dinero, y la miseria extrema para quienes no lo tienen. ¿Cómo hemos podido ser tan insensibles al ignorar la muerte de tantas vidas? ¡La sola idea que se anteponga el mercado a la vida es indignante! ¿Por qué tal actitud ha pasado inadvertida? Porque el sistema de muerte en el que vivimos ha hecho que sólo importe acumular riquezas. Hemos asesinado especies y pueblos sin misericordia y nuestra voracidad ha puesto en peligro el desarrollo de la vida misma del planeta. Irónicamente es un virus el que nos enseña cuán alejados del Dios de la Vida estábamos:
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿Cómo podrían existir los seres, si tú no lo hubieras querido? ¿Cómo podrían conservarse, si tú no lo ordenaras? Tú tienes compasión de todos, porque todos, Señor, te pertenecen, y tú amas todo lo que tiene vida.
Sab 11.24-26, DHH
Este es un texto que nos posiciona del lado de la Vida en estos tiempos de pandemia.