La inspiración bíblica
El servicio ha sido y es una de las marcas principales de las comunidades cristianas. La misión de la iglesia puede resumirse en el acto de servir y el servicio es aquella acción que mejor resume los contenidos y prácticas de la misión de la iglesia. Esta vocación de servicio encuentra su fundamento e inspiración en las enseñanzas y la práctica de Jesús de Nazaret quien entendió que el sentido de su propia vida fue el servicio. Así lo atestiguan sus palabras en el evangelio: “Yo estoy entre ustedes como el que sirve”. Jesús desarrolló su servicio por medio de la enseñanza, de la proclamación del evangelio del reino de Dios y de la sanación de toda clase de enfermedades y dolencias.
Para los cristianos y las cristianas, la acción de servir no es solo una respuesta al encargo que Jesús nos dejó sino que también por medio del servicio descubrimos la presencia del propio Jesús en las personas necesitadas. Estas son las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo:
Entonces el rey dirá a los de su derecha: vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver. Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, emigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? ¿cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte?. El rey les contestará: les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de estos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí
[1].
Por otro lado, el servicio de Jesús es una práctica que se opone al ejercicio del poder entendido como dominio o imposición. Unos discípulos se acercaron a Jesús para pedirle los principales puestos una vez establecido el reino de Dios. Y esta fue la respuesta: “Saben que entre las naciones los que son tenidos por gobernantes dominan a los pueblos como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás; y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega que se traduce como servicio es diaconía. Este es el término que hasta la actualidad las iglesias utilizan para referirse a sus labores de servicio. Las primeras comunidades cristianas, según el Nuevo Testamento, desarrollaron su labor diaconal de muchas maneras: en el servicio a las mesas, en el cuidado de los enfermos y en la administración y distribución de bienes y recursos en favor de los más necesitados. El término diaconía también designa determinadas labores públicas como el ejercicio de responsabilidades políticas, es decir, desde la comprensión de la diaconía cristiana, el ejercicio del poder político es un acto de servicio al pueblo inspirado en la obediencia a Dios. Así, la función de los líderes políticos es la salvaguarda de la seguridad y el bienestar ciudadanos
[2].
La herencia de la Reforma
Para las iglesias que provenimos de la Reforma Protestante del siglo XVI, el servicio ha sido y es uno de los énfasis de nuestra vida y misión. Quisiera mencionar algunos ejemplos que nos permitan apreciar cómo se ha comprendido y practicado el servicio en estos quinientos años.
Jacobo Strauss, reformador alemán de la tradición anabautista, liberó una intensa lucha contra la usura tanto en la iglesia como en la sociedad en un contexto donde se comenzaban a dar los primeros desarrollos del capitalismo bancario. Strauss consideraba que la ayuda libre y voluntaria al prójimo no podía darse sobre la base de un interés, de una ganancia. La usura no solamente contradice la práctica del amor sino que es una desobediencia a la voluntad de Dios. Su consejo a los deudores cristianos era dejar de pagar los intereses y a los acreedores cristianos exhortaba a no cobrar los intereses. Para este reformador, la iglesia es una comunidad caracterizada por relaciones de amor y ayuda mutua
[3].
La obra de los reformadores Andrés Karlstadt y Martin Lutero contribuyó a que en la ciudad de Wittemberg, Alemania, fuese prohibida la mendicidad y que los bienes de las órdenes religiosas fuesen destinados para beneficio de los pobres. Karlstadt fue autor de numerosas tesis socio-económicas que buscaban remover las causas de la pobreza y la inequidad social. El ideal que movilizó a los reformadores en relación al servicio social no fue asumir la pobreza como opción de vida sino construir una sociedad inclusiva sin ricos ni pobres. Una de las estrategias más utilizadas fue capacitar a los sectores más vulnerables para desarrollar oficios que les permitiesen autogestionar sus ingresos, mantener a sus familias y aportar al desarrollo de la sociedad en general
[4].
En las reformas que promovió Juan Calvino en la ciudad de Ginebra se hizo patente la preocupación por la justicia social. Los pastores de la ciudad no solamente predicaban en contra de la especulación financiera sino que velaban por el bienestar popular interviniendo en no pocas ocasiones a favor de los trabajadores para el mejoramiento de sus salarios. Los diáconos de las iglesias trabajaban en la atención a los refugiados y enfermos así como en el fomento de la educación pública. En sentido general, Calvino promovió la actividad financiera en la ciudad pero velando porque el crecimiento económico no se diera en detrimento de la justicia social.
En el siglo XVIII, Juan Wesley, pastor y predicador anglicano, organiza las sociedades metodistas como una nueva forma de servicio a las multitudes de obreros y campesinos afectados por los efectos de la revolución industrial en Inglaterra. Entre los énfasis de esta labor social destacan la abolición del trabajo infantil, el salario justo, la educación a las familias más vulneradas por la exclusión social y económica, la erradicación de los vicios y la crítica a las prácticas de acumulación de bienes. El trabajo de las sociedades metodistas tuvo una importante influencia en ulteriores reformas al Código Penal inglés, en el mejoramiento de los servicios de educación y salud, además de oponerse radicalmente a la esclavitud promovida por las potencias colonialistas de la época.
En 1948 es fundado el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), una organización que promueve la unidad, el diálogo y la colaboración entre las iglesias. Desde sus comienzos, el CMI ha sido firme en su testimonio a favor de las soluciones pacíficas a los conflictos, resistiendo las pretensiones de los poderes imperialistas y del armamentismo. Diversos programas del CMI se han sucedido a lo largo de estos años en favor de la justicia socio-económica y la dignificación humana. La lucha contra el racismo y el sexismo, el dar voz a quienes la sociedad y las iglesias invisibilizan -personas ancianas y con discapacidad, los pueblos originarios, refugiados y desplazados, enfermos de SIDA- y los trabajos de concientización de las iglesias ante la violencia, dominación, discriminación y exclusión de las mujeres en los ámbitos de la vida familiar, eclesial, social, económica y política son algunos ejemplos de estas acciones.
Diaconía, protestantismo y movimiento ecuménico en Cuba
Estos apuntes bíblicos e históricos son importantes para comprender la labor social desplegada por las iglesias protestantes en Cuba. Son referentes que constituyen no solo el fundamento desde la fe de una determinada práctica de servicio social sino los modos concretos en que este servicio se realiza. El trabajo diaconal de las iglesias protestantes cubanas ha sido y sigue siendo inspirado por la práctica de Jesús, por los modelos desarrollados en estos quinientos años de protestantismo y, de manera más reciente y determinante, por el testimonio del movimiento ecuménico a nivel global y regional.
Por estas razones nos vamos a concentrar en el servicio social de las iglesias protestantes cubanas en el contexto del movimiento ecuménico en el país lo cual no quiere decir que la diaconía ejercida por las iglesias protestantes que no forman parte del movimiento ecuménico no sea igualmente importante, valiosa y digna de ser tomada en cuenta. Si destacamos la perspectiva ecuménica de la diaconía de las iglesias es porque esta contiene algunos elementos que resultan ser más coherentes con su inspiración evangélica y más pertinentes al contexto social, histórico y político en el cual vivimos.
En primer lugar,
el servicio cristiano no debe perseguir objetivos proselitistas. Su propósito fundamental no es ganar adeptos sino hacer más humana la vida de las personas. El servicio cristiano no busca afirmar una tradición religiosa, ni defender una doctrina, ni resaltar el protagonismo de una iglesia sino que buscar restaurar la vida de las personas. En segundo lugar,
el servicio cristiano debe articularse con otros actores sociales y políticos que compartan esa visión común de humanizar la vida y generar una sociedad más inclusiva. La vocación ecuménica impulsa justamente este principio de tender puentes, unir esfuerzos y trabajar en pro de los intereses y las necesidades comunes. Y en tercer lugar, y como consecuencia de los dos puntos anteriores,
la diaconía cristiana debe apuntar hacia la transformación integral del ser humano y de la sociedad en su conjunto desde una visión comunitaria y participativa. Este servicio no es ajeno a las causas del sufrimiento humano. No sólo restaura sino que también denuncia las injusticias que arrastran a las personas y a las sociedades a la pobreza, la exclusión, la guerra, la violencia, la destrucción del medio ambiente, la mala distribución de las riquezas y los recursos, la corrupción y la competencia por el éxito. El servicio cristiano propone así otra manera de convivir lo cual solo es posible a partir de experiencias comunitarias concretas que den testimonio de esta visión.
Esta comprensión y práctica del servicio social en perspectiva ecuménica cobra una mayor relevancia en nuestro contexto a partir de la década de los años noventa del siglo pasado. Claro está que las iglesias protestantes en Cuba, desde su aparición a finales del siglo XIX desplegaron un amplio espectro de obras sociales que en el período previo al triunfo revolucionario de 1959 se manifestó en la creación de centros educativos, la fundación de hogares para niños y ancianos, el auxilio en situaciones de desastre, la lucha para superar toda clase de adicciones, entre otras acciones
[5].
En las primeras décadas del proyecto socialista, las iglesias protestantes vinculadas al movimiento ecuménico resaltaron la responsabilidad social de los cristianos y las cristianas en un contexto de profundas transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Esta preocupación por la inserción de las iglesias en ese proceso de cambios retomó con fuerza la contribución ética que las iglesias podían ofrecer a la sociedad cubana a partir de valores evangélicos como la solidaridad, la justicia social y la recreación de las relaciones humanas sobre la base del respeto y la dignificación, superando toda forma de discriminación, violencia y exclusión. En ese sentido fue muy importante el trabajo de organizaciones como Acción Social Evangélica Latinoamericana (ASEL), el Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC) y la Coordinación Obrero Estudiantil Bautista de Cuba (COEBAC).
De este modo se fue preparando el terreno para que las iglesias pudiesen orientar sus nuevas formas de servicio social en el complejo escenario que trajeron los años noventa y en los posteriores decenios hasta el día de hoy, siempre ajustando, actualizando y ampliando sus prácticas de servicio de acuerdo a los principios de la diaconía ecuménica y de cara a los desafíos del contexto nacional. La acción diaconal de las iglesias, desde una dimensión comunitaria y participativa, comienza a proyectarse más allá de las labores de asistencialismo para incidir en el desarrollo de capacidades y recursos para la autogestión y sostenimiento de proyectos locales de servicio.
A ello contribuyó la creciente contribución de la propuesta filosófica y pedagógica de la Educación Popular promovida por varias organizaciones ecuménicas en sus propias esferas de acción así como en diversos ámbitos eclesiales. Estas experiencias han seguido alimentando una renovación constante de las estructuras y modos de organización que las iglesias asumen para el ejercicio de la misión
[6].
Vamos a mencionar algunas organizaciones ecuménicas cubanas de matriz protestante, comentando sus visiones de servicio y el modo en que se proponen responder a las necesidades actuales no solamente de las iglesias sino de la sociedad cubana en su conjunto
[7].
El Centro Memorial “Dr. Martin Luther King Jr.”, fundado en 1987 por la Iglesia Bautista “Ebenezer” de Marianao, es un centro macroecuménico de inspiración cristiana que tiene como misión promover valores emancipatorios por medio del acompañamiento solidario y profético al pueblo cubano y a sus iglesias, y a partir dela reflexión y la formación socioteológicas, la Educación Popular, la comunicación, el trabajo comunitario y la promoción de la solidaridad internacional. Este centro tiene como base de sus actuaciones la defensa de la vida plena para todos los seres humanos, sin exclusiones ni discriminaciones, enlazada con el respeto a los derechos de la naturaleza. Asume la diversidad generacional, de género, color de la piel, procedencia, orientaciones e identidades sexuales, ocupaciones, saberes y creencias, con un sentido ecuménico y de justicia social.
Queremos destacar, dentro de las muchas acciones y del impacto que ha tenido la labor de esta organización, su contribución a la formación en los principios filosóficos y metodológicos de la Educación Popular de un nutrido grupo de líderes y actores sociales, eclesiales, ecuménicos y políticos en nuestro país, lo cual ha permitido generar procesos en diversos ámbitos a nivel local y regional de valoración crítica de nuestros modelos educativos en tanto promueven la formación de un sujeto popular consciente, comprometido y propositivo en la recreación del proyecto social cubano en aras de lograr toda la justicia posible.
En 1991 se inician los trabajos del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo en la ciudad de Cárdenas. Este centro tiene como misión promover la espiritualidad, la dignidad humana, los derechos humanos y la resolución de conflictos a través del diálogo reconciliador y la participación en procesos de empoderamiento comunitario, con énfasis en los grupos vulnerables de la sociedad. Su visión es desarrollar una cultura de paz contribuyendo al sentido comunitario de la existencia y velando por una calidad de vida integral desde una perspectiva profética y pastoral.
Uno de sus énfasis ha sido el trabajo con familias que presentan vulnerabilidades socioeconómicas. En esta labor destaca la orientación en torno a los valores y la identidad –sobre todo con jóvenes-, la educación no sexista de los hijos así como la visibilización y prevención de la violencia intrafamiliar. Por otro lado, las acciones de empoderamiento comunitario –reanimación sociocultural, micro emprendimientos- involucran, junto a otros actores sociales, a un importante número de iglesias que actúan como grupos gestores de procesos que promueven el desarrollo personal y comunitario.
También queremos resaltar el trabajo del Centro Cristiano de Servicio y Capacitación “Bartolomé G. Lavastida”, fundado en 1995 en Santiago de Cuba. Este centro es una organización ecuménica que, desde una reflexión teológica y contextual, y una acción social con perspectiva de género, promueve la misión integral de las iglesias en la región oriental del país. Por medio de los programas de Servicio Social y Capacitación, y con la participación de iglesias y comunidades, este centro desarrolla acciones de formación en temas como diaconía y gestión de proyectos, agroecología, permacultura y alimentación saludable.
Algunas de las actividades que el Centro Lavastida desarrolla de manera articulada con otras instituciones afines son: micro proyectos de desarrollo comunitario con enfoque agropecuario, jornadas de saneamiento ambiental y reforestación de áreas protegidas, expo-ferias de conservación de alimentos, consejería familiar, acompañamiento a personas que viven con VIH/SIDA u otras enfermedades crónicas no transmisibles así como talleres y jornadas de sensibilización popular a favor de la no violencia de género.
Finalmente, queremos hacer referencia al trabajo diaconal del Consejo de Iglesias de Cuba. Esta organización, que cuenta ya con 80 años de vida y testimonio, es la mayor y la más representativa de las expresiones organizadas del movimiento ecuménico cubano. Entre otras acciones, el Consejo se propone desarrollar el sentido de responsabilidad social de los cristianos y las cristianas como parte fundamental de la misión de las iglesias y del cumplimiento de la vocación común que tienen por su fe en Jesucristo.
Una de las áreas a través de las cuales el Consejo desarrolla su labor es el Área de Diaconía. Esta área, en coordinación con organismos como el Ministerio de Salud Pública y los gobiernos locales y provinciales lleva adelante numerosos proyectos. Entre ellos menciono la respuesta a situaciones de emergencia ante el paso de eventos climatológicos y que se concentran en seguridad alimentaria, agua y saneamiento, apoyo psicosocial y recuperación de los medios de vida.
Uno de los programas del Área de Diaconía es la Pastoral de Personas con Discapacidad y uno de los proyectos que implementa este programa, en colaboración con organizaciones afines en Cuba es el proyecto Vida Plena que promueve la inclusión social en igualdad de derechos y oportunidades de las personas con discapacidad. Vida Plena se propone contribuir a la inclusión social de las personas con discapacidad en las dinámicas de desarrollo en varias provincias del país.
A manera de conclusión
La visión panorámica que hemos compartido sobre el servicio social de las iglesias y organizaciones ecuménicas de matriz protestante en Cuba no da cuenta de la totalidad del trabajo diaconal que muchas otras iglesias e instituciones realizan pero sí da testimonio de una comprensión y una práctica diaconal que, movilizada por la vida y enseñanza de Jesús de Nazaret, busca servir a las personas y no a las estrategias de crecimiento y autoafirmación de las iglesias; quiere hacerlo de manera conjunta con otros actores no religiosos que comparten esa visión humanizadora y se proyecta más allá de sus acciones y logros concretos a la transformación integral y permanente del ser humano y de la sociedad.
Martin Lutero afirmó que la libertad en Cristo no debe usarse para satisfacer intereses personales ni disfrutar de un estilo de vida individualista. Debe usarse más bien para solidarizarse con el oprimido de manera urgente y espontánea. Esta es la libertad que nos hace comprender que somos más libres en la medida que nos colocamos a la disposición de los demás. Lutero establece así la relación entre libertad y servicio, entre fe y diaconía.
Esa fe que confieso con mi boca debe moverme a ponerla en práctica, a convertirla en una fe encarnada. Dios no necesita de nuestro servicio pero nuestro prójimo sí. El llamado de Dios nos llega precisamente desde los que están en necesidad. Mostramos nuestra gratitud a Dios al comprometernos con la gente que sufre en nuestra sociedad. Quienes dan la espalda a su vecino también dan la espalda a Dios
[8]. Por su parte, Juan Wesley nos hace la siguiente invitación: “Haz todo el bien que puedas por todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas, en todos los lugares que puedas, en cualquier tiempo que puedas, a toda la gente que puedas y tanto como tú puedas”
[9].
Es difícil definir cuál ha sido y sigue siendo el impacto de esta labor diaconal en el pueblo cubano. No basta con intentar ofrecer estadísticas que puedan revelar cuántas personas, familias y comunidades han sido beneficiadas por estas acciones, aunque no deja de ser un dato importante. Es necesario evaluar también en qué medida este servicio contribuye al mejoramiento de la calidad de vida, al crecimiento humano, a la recreación de un proyecto social justo, liberador e inclusivo. En palabras del Evangelio, se trata de ofrecer vida y vida en abundancia.
[2] Cf. por ejemplo Hechos 6, 2; Lucas 18, 3; 1 Corintios 3, 5; Romanos 12, 7 y 13, 4.
[3] Cf. Strauss, Jacobo, “De la usura”, en Yoder, J. H.,
Textos escogidos de la Reforma Radical, Buenos Aires, FAIE-La Aurora, 2007, pp. 89-95.
[4] Cf. Driver, Juan,
La fe en la periferia de la historia, Ciudad Guatemala, Ediciones Semilla, 1997, pp. 155-157.
[5] Cf. García, Raymundo, ““Apuntes sobre el papel de las organizaciones religiosas en el trabajo comunitario y la provisión de los servicios después de 1990”, en Joseph S. Tulchin, Lilian Bobea, Mayra P. Espina Prieto y Rafael Hernández (eds.),
Cambios en la sociedad cubana desde los noventa [con la colaboración de Elizabeth Bryan], Washington, DC, Woodrow Wilson International Center forScholars (#16), Latin American Program, 2005, pp. 323-333
[6] Cf. López, Amós, “La misión de la iglesia en Cuba hoy. Herencia y continuidad”, en
Caminos, No. 82-83, 2016-2017, p. 38.
[7] Un análisis de la diaconía desplegada por estas organizaciones y otros proyectos locales en Cuba puede consultarse en Ham, Carlos E.,
Diaconía de empoderamiento. Un modelo para el servicio y la transformación en congregaciones locales, La Habana, Editorial Caminos / Matanzas, Seminario Evangélico de Teología, 2020, pp. 227-248.
[8] Cf. Rodríguez, José D. y Nelson Kirst, editores,
Relectura de la teología de Lutero desde el contexto del tercer mundo, México D.F., Publicaciones El Faro, 1995, pp. 39-50.
[9] Cortés-Marchena, Benjamín,
La diaconía cristiana en procesos de transformación social. Historia, ética, teología, praxis social, Managua, Universidad Evangélica Nicaragüense Martin Luther King y Centro InterEclesial de Estudios Teológicos y Sociales, 2014, p. 322.