El cambio climático y el llamado desarrollo industrial han provocado en las últimas décadas una serie de emergencias y catástrofes que suelen denominarse “naturales”: inundaciones, lluvias torrenciales, terraplenes, derrumbes de árboles, incendios forestales, huracanes, contaminación de aguas, entre otros fenómenos más (Naciones Unidas 2025). Estas emergencias provocan estrés postraumático en personas y poblaciones enteras.
Desde 1992, el 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. Este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Mundial para la Salud Mental (FMSM) proponen el lema: “Salud Mental y apoyo psicosocial en la respuesta a emergencias” (IOM, 2025). En este marco, queremos reflexionar sobre la relación que existe entre el tema de este año y una espiritualidad y pastoral transformadora y liberadora. Así, abordamos el tema de la Salud Mental desde el paradigma bio-psico-socio-espiritual, el cual integra las dimensiones constitutivas de toda persona (Mora, 2001).
Desde esta perspectiva, la praxis cristiana puede entenderse también como lugar teológico de revelación de Dios. Es decir, la respuesta solidaria, espiritual, psicosocial y pastoral desde un punto de vista transformador, se constituye en praxis cristiana y a su vez en lugar teológico. La espiritualidad liberadora parte de la cotidianidad y del modo en que los pueblos enfrenta el sufrimiento. En ese acompañar el afrontamiento se hace experiencia de espiritualidad. “La experiencia de Dios es la base y el punto de partida de la reflexión teológica” (Maier 2005, 400).
Pero, ¿qué estamos entendiendo por salud mental? Según la OMS (2024), no se trata simplemente de la ausencia de enfermedad mental, sino de la capacidad de pensar, sentir, actuar, así como de afrontar los desafíos cotidianos. Esa capacidad se ve afectada ante las catástrofes. La vulnerabilidad de las personas frente a estas emergencias se convierte en espacio para ejercer un acompañamiento pastoral basado en la gracia y en una espiritualidad liberadora, que contribuya a transformar condiciones de muerte en condiciones de vida.
En consonancia con lo anterior, una pastoral transformadora concibe al ser humano como una unidad bio-psico-socio-espiritual. El trauma ocasionado por una catástrofe o emergencia afecta, sin lugar a dudas, todas las dimensiones constitutivas de las personas: física, mental, familiar, social y espiritual, esta última, lugar donde emergen múltiples interrogantes. Desde esa visión, la comunidad socio-eclesial tiene el gran desafío de implementar acciones pastorales que promuevan la contención, la esperanza y la sanación de los aspectos espirituales y emocionales que surgen tras una catástrofe. Las comunidades de fe pueden constituirse, en las primeras instancias de contención emocional, derivando posteriormente a las personas lo requiera ha soportes profesionales.
Desde esta orientación pastoral, uno de los aportes fundamentales de la comunidad de fe frente a las emergencias y catástrofes, además de colaborar en la restauración física, el abrigo y la alimentación de las personas y familias afectadas, lo constituye el convertirse en un grupo de apoyo. Este grupo debe capacitarse para la escucha activa y acompañamiento del dolor, tanto individual como comunitaria. Estos grupos de soporte y contención emocional y espiritual ayudan a sanar los recuerdos dolorosos y a ofrecer luces de horizonte y esperanza. Las acciones pastorales mediante simbolismos y rituales de fe, facilitan la expresión del dolor y la elaboración del duelo frente a las diversas pérdidas que se viven ante una catástrofe. De esta manera ponen en acción estrategias pastorales tales como la escucha activa, el abrazo, la oración, el gesto litúrgico y el beneficio de una fe transformadora.
Por otra parte, debemos considerar que, en nuestras sociedades, muchas veces la salud física tiene prioridad sobre la salud mental. Se destinan mayores recursos y condiciones de acceso a la salud física. La salud mental difícilmente encuentra espacio en las políticas públicas de los gobiernos. No obstante, ambas dimensiones del ser humano (lo físico y lo mental) son vitales y deben ser atendidas en forma integral. Esta es una tarea urgente, ya que las sociedades actuales son complejas, llenas de incertidumbres económicas, sociales, familiares, religiosas, políticas y culturales. Todo ello, aunado a las emergencias y catástrofes que se producen por la alteración del entorno climático y ambiental. Actualmente se requiere que las iglesias y organizaciones basadas en la fe acompañemos acciones de transformación de esas políticas públicas, de manera que la salud mental también sea tomada en cuenta.
El tema propuesto por la ONU, por tanto, es de capital pertinencia y relevancia. Las catástrofes suelen dejar al descubierto los problemas y la inequidad social para acceder al abordaje profesional de las diferentes situaciones que se presentan tales como el estrés postraumático, la ansiedad, la depresión, entre otros. Cabe señalar que se requiere de una voz profética frente a la injusticia climática estructural actual. Gracias al extractivismo y supuesto desarrollo, se causa tanto sufrimiento, dolor y muerte. La pastoral y espiritualidad liberadora están invitadas a contribuir con otras fuerzas vivas de la sociedad que luchan por lo mismo.
Finalmente, concertar la vivencia de la fe liberadora con el apoyo y la contención emocional frente a las catástrofes y emergencias favorece la sanación del trauma, el crecimiento de la esperanza y el empoderamiento comunitario y personal, esto permite continuar hacía adelante. También, deja abierta la invitación para involucrarse en acciones pastorales que promuevan la justicia climática. Celebramos, entonces este Día Mundial de la Salud Mental promoviendo el apoyo psicosocial y espiritual ante las emergencias.
Referencias:
Maier, Martin. Karl Rahner y los orígenes de la teología de la liberación. Theologica Xaveriana 155 (2005): 395-412.
Mora Guevara, Edwin. 2001. Pautas para un soporte espiritual asertivo: Hablar de Dios con quien sufre dolor crónico, enfermedad incurable y/o terminal. Tesis de Maestría en Ciencias Teológicas, Universidad Bíblica Latinoamericana.