Palabra de Dios para todos y todas

sábado, 11 de diciembre de 2021

Cada hora comprometida con el estudio, con la preparación, con la mejora de herramientas y el desarrollo de un pensamiento crítico, contextual y transformador nos libera del cautiverio, del exilio y del desterramiento, y en medio de esta pandemia nos invita a soñar con la promesa de Jeremías 26:11, no solo como una promesa personal, sino colectiva, como pueblo y como humanidad, de que vendrán días mejores llenos de esperanza, futuro y alegría.

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Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el SEÑOR, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:11

En el cierre de los encuentros de acompañamiento pastoral con la población estudiantil de la UBL, que se ha desarrollado gracias al equipo de Teología Práctica, tuvimos la oportunidad de reflexionar alrededor del pasaje de Jeremías 29:11.

El contexto de la narración de este pasaje bíblico nos muestra un tiempo de desesperanza, frustración y pérdida de fe, debido al   exilio y el cautiverio que el pueblo sufría en Babilonia, hecho que es resultado de los juegos de poder de los grandes imperios de la época que desterraban a las poblaciones para colonizar y anexar más territorios.  El profeta Jeremías les escribe una carta - desde una Jerusalén en ruinas, destruida, con el templo socavado -  a aquellas personas que habían sido desalojadas y desterradas a Babilonia “a los ancianos, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey Nabucodonosor había desterrado ” Jeremías 29:1. 

En esta carta se les indica que esta situación de dolor y destierro durará un tiempo, más de lo que el falso profeta Semaias señalaba, por eso se les pide que edifiquen casas, que planten huertos, que tengan familia, no para establecerse en la situación de dolor, sino para resistir y ser resiliente como pueblo que trabaja por la paz y el bienestar. Seguir adelante con la “normalidad” de la vida, pese a las situación y a una condición sin norma, permite que el horizonte se convierta en futuro y en esperanza (Jeremías 29:11). 

Esto nos hace reflexionar que, en medio de la pandemia por el coronavirus que aún experimenta toda la humanidad, hoy se habla de una nueva normalidad. Poco a poco fuimos resistiendo e incorporando cambios en nuestra forma de vivir, aprendimos a vivir confinados, a valorar el encuentro con las otras personas, aprendimos  a tomar un respiro aunque sea siempre con mascarilla. De igual manera nuestra creatividad dio un salto significativo al tener que hacer en forma virtual muchas de las actividades que antes nunca hubiéramos pensado: conferencias, clases, conciertos, ceremonias, reuniones, asambleas, cultos, misas, encuentros familiares, teletrabajo, etc. 

Desde marzo del 2020 las aulas de la UBL permanecen vacías, esperamos volver a la presencialidad en mayo 2022. Sin duda en estos dos años de pandemia hemos crecido en muchos aspectos aunque sabemos que muchos otros han sido profundamente dolorosos. Como comunidad ubelina resistimos tanto en el campus presencial como en el campo virtual.

El 1 de diciembre celebramos nuestro primer encuentro después de casi dos años de no habernos visto, cumpliendo los protocolos de salud y guardando las distancias físicas más no afectivas. Entre esperanzas y sueños el equipo verde nos guió a través de la huerta comunitaria en el campus universitario. En el ambiente se volvió a escuchar la alegría y sentir el amor. Ahora, estamos ante el cierre de este año lectivo 2021. Hemos edificado una comunidad de aprendizaje por varios países de América y el mundo, hemos fortalecido nuestros lazos, acompañado en el dolor y hemos continuado estudiando, preparándonos para llevar a nuestras organizaciones basadas en la fe e iglesias, palabras de bien-estar, futuro y esperanza. 

Con esta breve reflexión sobre este texto queremos felicitar a cada estudiante de la UBL que aprobó sus cursos,  que realizó el  TCU, que presentó su tesina y que defendió su tesis de Licenciatura o Maestría. Cada hora comprometida con el estudio, con la preparación, con la mejora de herramientas y el desarrollo un pensamiento crítico, contextual y transformador nos libera del cautiverio, del exilio y del desterramiento y en medio de esta pandemia nos invita a soñar con la promesa de Jeremías 26:11, no solo como una promesa personal, sino colectiva, como pueblo y humanidad de que vendrán días mejores llenos de esperanza, futuro y alegría. 

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