La educación teológica en el aula universitaria, en el aula de un Seminario, en el aula eclesial o desde los púlpitos es la reflexión crítica, creativa, innovadora y sistemática de la vivencia de la fe tanto individual como comunitaria. Desde la dimensión de la espiritualidad - que es constitutiva en el ser humano - y desde la vivencia reflexionada moviliza a articular una respuesta bíblico-teológica y pastoral que coadyuva a trabajar con las dificultades y dudas de nuestro tiempo y contextos.
Cada hora comprometida con el estudio, con la preparación, con la mejora de herramientas y el desarrollo de un pensamiento crítico, contextual y transformador nos libera del cautiverio, del exilio y del desterramiento, y en medio de esta pandemia nos invita a soñar con la promesa de Jeremías 26:11, no solo como una promesa personal, sino colectiva, como pueblo y como humanidad, de que vendrán días mejores llenos de esperanza, futuro y alegría.
Al hacer este cierre del año académico, ponemos una señal como hizo Samuel (I Samuel 7.12), un gesto, un símbolo para decir: "Hasta aquí nos ayudó el Señor". En esa esperanza, soltamos lo que pesa de este año, lloramos las pérdidas humanas y otras, nos sabemos muchos y muchas transitando por procesos de duelo; no obstante, también con fe y esperanza nos abrimos y agradecemos lo nuevo que llega, más fortalecidos y fortalecidas, sin tanto temor a lo incierto.
La cultura tiene gran peso en la definición de lo que consideramos sentirnos enfermos, sentirnos saludables y afrontar la enfermedad. Cada sociedad define enfermedad y salud desde sus propios condicionamientos socioculturales.