La festividad de Corpus Christi tiene por objeto celebrar la presencia real de Jesús en el sacramento de la eucaristía, algo que desde mi postura protestante respeto y admiro, mas no termina de penetrar significativamente en mí. No obstante, un aspecto de esta celebración nos permite reflexionar y actuar de maneras transformadoras, sea cual sea la posición religiosa que se tenga, pues se celebra la eucaristía, el repartir el pan y el vino, por lo que volver a ese sencillo origen nos recuerda una valiosa lección de humanidad. En Lc 9,10-17, Una multitud se entera que Jesús está en Betsaida, por lo que acuden a verlo y escucharlo. Él les habló del Reino de Dios y sanó a los necesitados de curación (9,11), es decir, cubrió sus necesidades. Esto es importante, debido a que como comienza a hacerse tarde, sus discípulos le dicen que despida a la gente para que vaya a buscar alimento, pues ellos no tienen para tanta multitud. No obstante, Jesús bendijo la poca comida que había, y las cinco mil personas comieron y fueron satisfechas, y hasta sobraron doce canastos llenos de comida (9,16-17).
Este texto muestra a un Jesús que entiende las necesidades humanas no solo desde su apartado socio-religioso (hablar del Reino de Dios) y de salud (sanar enfermedades), sino que extiende su beneficencia, y por tanto, el actuar de Dios hasta las necesidades más básicas del ser humano, como lo son la comida, y si se me permite llevar más allá el texto, la hidratación. Esa alimentación es no solo la realización de Dios alimentando a su pueblo (Ex 16; Nm 11; Is 25,6; 65,13-15; Sal 78,19, etc.), ni una re-actuación de las instrucciones de Elías (2 R 4,42-44), sino que ver el texto desde el ángulo de las necesidades básicas y la importancia que da Jesús, permite establecer un punto práctico vital para todas las personas que somos cristianas, esto es, que el comer y el beber, el “pan y vino” son preocupación vital para el Reino de Dios, por lo que incluso procurar estas necesidades básicas para las personas que no las tienen cubiertas es también vivir el evangelio a plenitud.
Ahora pues, volviendo al Corpus Christi, ¿cómo podemos incorporar esa misión sagrada de suplir las necesidades básicas de “pan y vino” a la celebración de la presencia real de Cristo en la eucaristía? De dos maneras, estas son, comprendiendo primero la eucaristía como una exhortación no solo a recordar, sino a actuar con base en ese recuerdo, ¿Por qué? Eso lleva al segundo punto: el texto lucano anticipa el hecho de que Jesús demuestra su autoridad no desde arriba, sino que simboliza su poder de sanidad y predicación mediante el servicio a la mesa, alimentando a aquellos y aquellas que no tienen y necesitan, lo que permite poner en juego también la naturaleza del poder, y extender significativamente el alcance tanto simbólico como social de la celebración eucarística, pues el recordar a Cristo dejar de ser una mera conmemoración tradicional para volverse un recuerdo vivo que interpela hacia la acción y la transformación, comprendiendo que dar alimento a las personas que no lo tienen y realizar acciones que destruyan esas estructuras que impiden el acceso a este derecho básico son formas más adecuadas de recordar que únicamente beber el vino y comer el pan, sin que eso lleve a más. Ahora no se trata de recordar solo a Cristo, sino a esas personas que Él quiere alimentar.
Les dejo, entonces, con un documental que evidencia los problemas de hambruna en el mundo, que espero les exhorte a actuar más eucarísticamente, pues compartir el cuerpo y sangre de Cristo es más que solo recordar, es también alimentar a quienes les falta hasta lo básico.