Estimadas y estimados estudiantes, nos alegra mucho llegar al cierre del año lectivo 2022. La educación teológica en el aula universitaria, en el aula de un Seminario, en el aula eclesial o desde los púlpitos es la reflexión crítica, creativa, innovadora y sistemática de la vivencia de la fe tanto individual como comunitaria. Desde la dimensión de la espiritualidad - que es constitutiva en el ser humano - y desde la vivencia reflexionada moviliza a articular una respuesta bíblico-teológica y pastoral que coadyuva a trabajar con las dificultades y dudas de nuestro tiempo y contextos.
En esa perspectiva, el aporte del filósofo Edgar Morin (2000) es de notable importancia, ya que propone siete saberes necesarios para configurar la educación en general, a saber, que sea: afectiva, crítica, pertinente, humana, contextual, que enseñe la comprensión, y la ética. Tomando en cuenta esos saberes y nuestra disciplina teológica reflexiono en lo siguiente:
En cuanto a la configuración de la Educación teológica para un tiempo difícil y lleno de dudas como el de la actualidad, es importante revisar y criticar el conocimiento bíblico-teológico y pastoral recibido: imágenes de Dios, creencias e imaginarios sobre Dios.
Para que se deconstruyan imágenes colonialistas, sádicas castigadoras y terroríficas sobre Dios y para construir desde la visión del Dios de Jesús, una teología basada en el amor y la gracia, la exégesis bíblica, y la relectura con nuevas hermenéuticas que develen a Dios, son importantes.
Construir puentes hermenéuticos entre los contextos bíblicos y nuestros contextos, cobra suma importancia en la configuración de una educación teológica universitaria y eclesial, esto nos permita ser personas críticas ante el conocimiento, y conocer cómo se conoce, y a cómo se accede al conocimiento.
La educación teológica debe ser contextual, debe tomar en cuenta la realidad geopolítica social mundial, la realidad psicosocial y eclesial desde donde se hace esta educación. Debe ser una educación que capacite a las personas a ver las implicaciones sociales y globales de los problemas, fenómenos u objetos de estudio. La multidisciplinariedad y los aportes de diversas ciencias (en especial las sociales, pero también otras) a la teología, cobran suma importancia. Se trata de una educación que promueva la argumentación bíblico-teológica y pastoral ante las situaciones actuales tomando en cuenta los aportes y contribuciones de otras disciplinas en la comprensión global y particular de los fenómenos socio-eclesiales.
Por otro lado, que sea una educación teológica que enseñe la condición humana y que recuerde como señala Morin (2000, 25) que la humanidad es una pero diversa a la vez. En ese reconocer de la condición humana es importante que la teología supere el dualismo platónico alma y cuerpo y el cartesiano mente cuerpo, o el de los padres de la iglesia espíritu - cuerpo, para pensar en el ser humano de una manera más armónica como una unidad bio-psico-socio-espiritual diversa.
En la configuración de una educación teológica universitaria y eclesial elementos como la cultura, la interculturalidad, el diálogo ecuménico y macro ecuménico, crean un sentimiento de pertenencia a la Tierra, donde la deconstrucción de colonialismos teológicos y culturales es central. La reflexión teológica sobre la justicia climática que incluye la justicia ambiental o ecológica pero que va más allá frente al cambio climático planetario, la revisión de la teología tradicional de la creación y la mayordomía que ha sido sustento teológico de la depredación de recursos y destrucción, y nuestra relación con la naturaleza que debe estar enmarcada en una espiritualidad liberadora, que protege, cuida, sana y denuncia.
En una educación teológica universitaria y eclesial también debemos trabajar con la duda. La incertidumbre buscará afirmaciones, creencias, tales como las “certezas” apocalípticas que se desatan frente a cada situación de incertidumbre mundial (para muestra la actual pandemia). Debemos enseñar un pensamiento crítico frente a toda certeza y hacer de la duda momentos de crecimiento personal, social y comunitario al concentrar nuestros esfuerzos no en la certeza, sino en la resiliencia tal como lo propone Morin (2000), para la educación en general.
Una educación teológica universitaria y eclesial que sea transformadora, debe enseñar y cultivar la comprensión, que se basa en el respeto, la equidad de género, respeto a los puntos de vista de la otra persona, dignidad humana, cultura de paz, defensa de los derechos humanos, inclusión. Todas estas categorías deben cruzar nuestra hermenéutica, nuestra reflexión teológica y nuestras acciones pastorales como instituciones educativas e iglesias.
Finalmente, una educación teológica universitaria y eclesial enseñará una ética del género humano que tome en cuenta la triada individuo-sociedad-especie mencionada en las reflexiones de Morín (2000). Responsabilidades éticas, participación ciudadana, aporte desde la fe centrada en los valores del reino de Dios, en el caminar a promover un mundo más humano y más justo.
Con estas reflexiones sobre el valioso aporte de Morin aplicado a nuestro propio proyecto educativo como UBL, les saludo y les deseo lo mejor en su formación para 2023.