Vivir de los hechos o de la esperanza

miércoles, 12 de abril de 2023

La resurrección es la gran promesa para nuestras vidas. Lo inamovible no tiene por qué permanecer. Nada tiene que permanecer como es. Las reglas rígidas que se nos imponen desde fuera o que quizá incluso nos imponemos a nosotros mismos una y otra vez pueden romperse. Ni siquiera la muerte tiene la última palabra. Contra toda apariencia, la vida continúa. ¡Eso es la resurrección!

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Pedro 1.3-9

3 ¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva 4 y recibamos  una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, 5 a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. 6 Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. 7 El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele. 8 Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, 9 pues están obteniendo la meta de su fe, que es su salvación.

 
 
Reflexión
 
En realidad, no lo parecía. En realidad, él era el perdedor. Había asumido demasiado, había confiado demasiado en el poder del amor: este Jesús de Nazaret. ¿Cuál era el espíritu que le impulsaba a poner patas arriba todo lo que existía, todas las estructuras de poder, todo de arriba abajo? ¿A cuestionar todos los hechos? Y luego acaba en la cruz. Lo que queda es decepción, desesperación y desesperanza.
 
Pero están las mujeres que toman la iniciativa, que tienen el valor de ponerse en camino, a pesar del dolor y la pena, hacia la tumba con aceites perfumados. Pero también con una gran preocupación: “¿Quién quitará la piedra de la puerta del sepulcro?” A pesar de este obstáculo, no se dejan disuadir de hacer el bien al cuerpo de Jesús. Van contra toda razón. La piedra es un símbolo de todo lo negativo, de todo lo que separa. Representa las fuerzas negativas que nos quitan el valor y nos congelan, en la familia, en el trabajo, en las normas. Representa el muro contra el que huimos, la realidad, como la llamamos: "¡No puedo hacer nada! No se puede cambiar. Siempre ha sido así. Tengo que aceptarlo así". Es el lenguaje de los hechos ante el que nos inclinamos con demasiada frecuencia, que se mantiene firme e inamovible, cimentado como un muro.
 
No, piensan las mujeres que van a la tumba. No se doblegan ante la realidad. Algo puede cambiar y cambiará. Las impulsa una fuerza poderosa: la fuerza de la esperanza y del amor. Entonces se produce el milagro: La piedra ha rodado. Más aún: el muerto está vivo. Esto es lo que les dice el ángel: "Jesús ha resucitado. No está aquí". Dios mismo ha intervenido. Las mujeres son recompensadas por su valentía. Muestran la gran diferencia entre vivir de los hechos y vivir de la esperanza.
 
La resurrección es la gran promesa para nuestras vidas. Lo inamovible no tiene por qué permanecer. Nada tiene que permanecer como es. Las reglas rígidas que se nos imponen desde fuera o que quizá incluso nos imponemos a nosotros mismos una y otra vez pueden romperse. Ni siquiera la muerte tiene la última palabra. Contra toda apariencia, la vida continúa. ¡Eso es la resurrección!
 
Lo que Jesús ejemplificó en el amor, la no violencia, la reconciliación y la justicia no ha terminado. No fue simplemente absurdo y en vano. No sólo lo experimentaron las mujeres en la tumba vacía, sino también nosotros hoy: en el amor que es más fuerte que la muerte, en la reconciliación que supera las divisiones, en la no violencia que supera la violencia.
 
Vivir de los hechos o de la esperanza. La resurrección de Jesús nos anima a confiar en que Dios hará rodar por nosotros muchas piedras, incluso la última, la muerte. Así nacemos de nuevo a una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
 
Oración:
Dios, celebramos la Pascua, la victoria de la vida sobre la muerte,
pero nuestras vidas siguen marcadas por la muerte.
Celebramos la Pascua, la victoria de la alegría sobre el sufrimiento,
pero nuestras vidas siguen ensombrecidas por el sufrimiento.
Sólo podemos adivinar la nueva realidad,
pero confiamos en que Tú nos transformes.
Que vivamos de esta esperanza y no de los hechos de este mundo, 
te lo pedimos en nombre de Jesús. Amén.
 

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