Solidarias, sororales, tejedoras de nuestra propia historia nos sostenemos mutuamente cuando más necesitamos.
Que las palabras que pronunciemos sean portadoras de frutos de bendición y que lo que escuchemos, sea discriminado como quien está en disposición de conseguir el fruto de mejor calidad.
Mientras que el poeta del salmo 16 agradece a Dios por la herencia que le ha tocado, hoy se les arranca la dignidad a esos “otros”, los y las migrantes, campesinos, indígenas, mujeres y niños. Es entonces el tiempo de abrir espacios, territorios de oportunidades, de vida y compartir sentipensares, esas que son las puertas del reino de Dios y su justicia.
Tiempo y espacio que lo llenan todo. Nuevas puertas y ventanas se han abierto donde las distancias son cercanas. Son distancias compartidas de pensares y saberes llenando de riqueza los entornos que nos representan. UBL… ese espacio- tiempo, conjugado en un solo lugar. Tiempos- espacios que nos ayuda a crecer, a soñar, a cambiar, a transformar realidades que nos permitan comprender que solo hay un mundo que puede ser mejor. Tiempo y espacio dándonos otra oportunidad de construir y soñar en común, copartícipes de una sola vida y de la misma humanidad. La tarea no es fácil, pero es digna de lograr. Estas puertas y ventanas abiertas siempre estarán, tiempo y espacio que es nuestro para hacer comunidad.
Cuando Dios creó el mundo, dijo: «Que brille la luz donde ahora hay oscuridad». Y cuando nos permitió entender la buena noticia, también iluminó nuestro entendimiento, para que por medio de Cristo conociéramos su grandeza. Cuando Dios nos dio la buena noticia, puso, por así decirlo, un tesoro en una frágil vasija de barro. Así, cuando anunciamos la buena noticia, la gente sabe que el poder de ese mensaje viene de Dios y no de nosotros, que somos tan frágiles como el barro. 2 Corintios 4:6-7 TLA