Es evidente que, para muchas mujeres, niñas y niños, su casa ha representado el mayor de los peligros y la calle se vuelve una puerta hacia la libertad. Su escape sólo prueba que el patriarcado ha pretendido encerrarnos en los lugares privados y con ello nos ha privado del mayor de los bienes: la vida plena y sin miedo, a la que cualquier ser humano tiene derecho. Al salir a la calle para encontrar salvación recordamos también a Jesús y su anuncio del Reino de Dios, pues Él desarrolló buena parte de su ministerio en la calle, en donde mujeres como la viuda de Naín, la mujer sirofenicia, la samaritana o la mujer hemorroísa obtuvieron un milagro que transformó sus vidas para siempre.