Cuando hablamos de violencia simbólica en las iglesias, hablamos de violencias sutiles que afectan nuestra participación en las iglesias y las sociedades. Nadie nos golpea, manosea o violenta física o sexualmente dentro de las iglesias, más sin embargo, los discursos y las prácticas ad intra, justifican la naturalización de la violencia que se traduce en: infravaloración, subordinación, ninguneo, etiquetas denigrantes.